Vernenautas


Si bien las expediciones se continuaron haciendo simplemente no podía escogerse el mismo lugar. Asimismo los indicados eran escogidos entre cientos, a veces miles, de candidatos. Se procuraba llevar a cabo por lo menos dos expediciones cada seis meses, y de manera simultánea, de modo de tener cuatro expediciones al año, para las cuales la preparación llevaba dos años como mínimo. Además no era lo único que se les ofrecía. Las expediciones no eran el único bien. La obra de Julio Verne era lo suficientemente vasta como para que cada persona oriente sus intereses por tal o cual rama.

Por supuesto, la organización, que era autofinanciada, no podía costear un viaje a la luna o un viaje submarino, pero apuntaba así de alto. Las expediciones bajo tierra eran de momento lo más lejos que se permitían llegar, y eran planeadas con cuidado y en el mayor secreto posible: los personeros más viejos de esta especie de sociedad secreta sabían que Verne no murió sino asesinado, y la responsable del crimen era una sociedad a la que se supo que perteneció hasta que ya no quiso, punto a partir del cual datan, según decían, todas sus obras.

No se decía mucho sobre el tema pero no porque se guardase un secreto jerárquico. Era porque esta sociedad secreta poco sabía sobre la sociedad secreta de victimarios de Julio Verne. Eran bienvenidos y animados a investigar todos quienes ingresaban a este grupo, así como a divulgar las ideas y apoyar con evidencia científica y empírica la obra de Verne.

Se recomendaba cautela, sin embargo. Sobre la sospecha de que Verne fue asesinado se ocupaba un grupo al que había que ingresar previo dar pruebas bastante puntuales, que implicaban conocimiento en historia, química, manejo de armas, artes marciales y todo lo que se pudiere entender a partir de un tal manuscrito Voynich. Por otra parte, un requisito para pertenecer a estos, de jovial manera así llamados Vernenautas, era cultivar el instinto para saber cuándo, en qué momento y frente a quién se podría hablar del tema.

La siguiente expedición tendría lugar en unos días. El punto de reunión era un lugar en el territorio chileno de la cual se había recabado datos: según los estudiosos el mejor momento eran los días entre el 18 y el 22 de enero, y habrían de adentrarse por la ladera de un volcán, tal como hicieran Otto Lidenbrock y compañía. De hecho estos grupos de exploración se hacen llamar así. Esta división abordó Latinoamérica con éxito y se aprestaba a su expedición más interesante...

Toda la contingencia que se podía hacer en estos casos era tener en cuenta las fechas en las cuales salieron y las rutas que pudieron haber tomado. Así, cuando se supo de ese accidente los Vernenautas en tierra solo se hicieron a lo peor. Sin embargo, dada la alta actividad sísmica de la zona no perdieron esperanzas. Todo registro era tomado en cuenta. Para el 4 de agosto de ese año tuvieron datos singulares de una zona más al norte. Una comisión se dirigió al lugar para encontrarse con una excavación.

No había tiempo. En cuanto notaron que la actividad había cesado un poco se adentraron en la mina, durmiendo a todo quien tuvieron al frente. Parte de los Vernenautas de esta expedición de rescate era el grupo dedicado a investigar el asesinato de su patrono. Desde el sismo que sepultó la entrada del volcán registraron toda actividad sísmica hasta encontrarse con emisiones de onda bastante anormales. Estas emisiones procedían justamente del lugar que los expedicionarios de la operación de rescate estaban tomándose por asalto. Tenían que llegar al fondo de la mina cuanto antes.

Y lo lograron. Sus equipos daban señal de que había un contingente importante de planeta entre ellos y los que estaban seguros que eran sus compañeros de esa división Lidenbrock. Con el apremio del tiempo lo mejor que se les ocurrió es utilizar una tecnología experimental de excavación que derretía la tierra, por decirlo de alguna manera. La masa derretida fluía como el agua, lo que representaba un riesgo bastante grande. Sin embargo procedieron.

En cuestión de unas pocas horas lograron una excavación importante. La noche todavía les apoyaba. Lograron llegar, cavando prácticamente quinientos metros hacia abajo en la dirección de donde venía laseñal y encontraron a los expedicionarios. Basados en la experiencia de los expedicionarios de la obra "Viaje al centro de la Tierra" entendieron que esta división Lidenbrock ni se había dado por enterada acerca del derrumbe. Estaban todos bien y aunque algo agotados estaban prestos a salir.

Tardaron en total otras dos horas en sacar a todos hasta el fondo de la mina. Desde ahí era otro tramo hata la boca de la mina. El grupo que hacía guardia hubo de bajar con la novedad de que estaba amaneciando. La única solución viable era devolverse por donde vinieron y salir en alguna dirección que se aleje de la mina. Además debían dejar la menor huella posible. Se regresaron, pues, cubriendo sus huellas con derrumbes lo más controlados posible.

Toda la expedición de rescate así como la división Lidenbrock llegó a de donde estos últimos iban a ser extraídos. Se podía seguir bajando por las cuevas, que como observado en Los Tayos, tenían dinteles perfectos, pero a diferencia de allá, el sistema de cuevas tenía unas muy curiosas luminarias. Curiosas y lamentablemente ubicadas muy alto para tratar siquiera de hacerse con una. La luz era de un violeta medianamente intenso y las luminarias se extendían por toda la red de cuevas, que se extendía, según los expedicionarios, hasta el volcán por donde entraron.

Los artefactos de medida marcaban el noreste como un punto en que la roca era menos difícil de horadar. Se encaminaron en esa dirección y por fin, aproximadamente 4 kilómetros en línea recta y unos 15 kilómetros de caminata recorriendo el laberinto y aplicaron el equipo experimental allí para subir. Otro grupo, que exploraba los alrededores, recomendó que no lo hicieran: habían encontrado una especie de ascenso igualmente artificial. El grupo entero descansó dos horas para encaminarse en el ascenso hacia la superficie, que era de aproximadamente unos 600 metros.

Tras sortear algunos pasos complicados todo el grupo logró salir. Era de noche otra vez. En el horizonte se veía luces de lo que parecía ser un poblado. La experiencia decía que era el último lugar a donde habrían de dirigirse, así que el grupo de rescate usó sus artefactos de comunicación satelital. Esperaron otras dos horas hasta que fueron visitados por varias camionetas, en las que se embarcaron de inmediato. Aunque no salió como esperado, el rescate de la divisió Lidenbrock fue un éxito. Sin embargo el pesar invadió sus corazones al enterarse del derrumbe de la mina a donde habían llegado tras seis meses de expedición y de los mineros que quedaron atrapados, tal vez, gracias a los derrumbes que los Vernenautas ocasionaron para cubrir sus huellas.

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