Genius
Eran las diez de la mañana, a tres horas del fin del plazo, y no tenía nada. El problema era irresoluble. La máquina no funcionaba y dependía de él y de nadie más poder usarla para salir de ahí. La suerte de él y de toda la tripulación dependía de que hallase una solución: el motor, sin razón alguna, se había parado. En la consola, nada nuevo. Todo debía operar con normalidad... el hecho era otro. un silencio sepulcral se había instalado en toda la nave.
La caída libre en Júpiter duraba más tiempo dada la distancia entre el límite del campo gravitacional del planeta y su superficie, pero este detalle físico a su vez determinaba que una vez que toquen el planeta nadie iba a sobrevivir. Pensando en todas las possibilidaddes de catástrofe y en la frustración de no entender por qué nada funcionaba su mente comenzó a delirar.
El ingeniero se levantó. Tomó la consola portátil. Se alejó unos metros del panel donde esta se instalaba. Se quedó pensando y observando. Recordó un episodio clásico de otros tiempos, de hace al menos unos doscientos años. Pero, nada.
Entonces notó algo que no cuadraba. Una parte de la consola no variaba a pesar de los cambios que se hicieren. Era un dispositivo táctil desde el cual se manejaba un cursor. El dispositivo nunca cambiaba de posición. Se metió debajo de esa área y descubrió el problema: había ahí un ratón. Sin tiempo para preguntarse cómo llegó ahí pero con mucha paciencia y cuidado metió su mano hasta alcanzar al ratón, que muy dócilmente se dejó rodear y sacar. El ratón estaba en estado de shock, aunque respiraba. Al parecer había sido alcanzado por algún choque eléctrico lo suficientemente fuerte para dejarle noqueado.
Lo llevó cuidadosamente a una jaula que improvisó en ese momento y le puso agua. El ratón se acercó al agua pero el agua se alejó de él: al parecer el ratón se había cargado de tal manera que alejaba el agua. La mente del ingeniero en jefe de máquinas de la nave se encendió e hizo las conexiones: la circuitería dependía del agua para funcionar. En donde estuviese interrumpido el flujo había la posibilidad de una falla de todo el sistema, si bien la interrupción debía ser masiva. Arreglando la conexión que el ratoncito había interrumpido logró hacer funcioanr la consola. Esta le mostró de inmediato los puntos en donde el flujo del agua se había interrumpido.
A partir de ahí la solución era sencilla, solo había que cambiar la carga del agua en esos puntos, y solo momentáneamente. Informó a toda la tripulación que debía sujetarse a algo porque lo que experimentariá la nave iba a ser similar a un estornudo. Fue a la consola y programó el pulso. Presionó el comando de ejecución. Toda la nave tronó como cuando truena un hueso en un cuerpo humano vivo que hace estiramiento y acto seguido todo comenzó a operar.
Desde la cabina de mando los navegantes pusieron en marcha los motores y la caída libre cesó de inmediato. El ratoncito también salvó la vida y se convirtió en la mascota del ingeniero en jefe, que lo llamó "Genius", en relación a esa vieja historia del técnico que recomienda al usuario alejarse con el teclado unos tres metros del arcaico computador sosteniendo el teclado en las manos y recomendando conectar el dispositivo tras comprobar que esa, y ninguna otra, era la razón de que no funcione.