Lo propio
He sido desterrado hasta de mí. Nada me pertenece. En un sentido zen altamente perverso, todo mi yo le pertenece al estado, excepto la parte que me niego a concederle. Por eso cambié: no tengo huellas digitales, me quité los tatuajes, me operé la cara para volver sus dos lados todo lo simétricos posible y no uso ninguna función genética que esté patentada, por suerte quedan muchas.
Da vértigo verme, envidia, también. lo sé. Indignación no da porque para la indignación hay tasas. Soy tal vez la única persona en toda Europa desde hace 40 años que no paga un solo impuesto por vivir. Se me ha acusado de lo mismo más de una vez: de evasión fiscal, y todas las veces que se me ha acusado se me ha encontrado inocente. Las compañías que me han acusado al final han preferido llegar a algún acuerdo por debajo de la mesa, volviéndome millonario en su empeño.
Así y todo, no me he callado. Sigo haciendo lo mío, sigo mostrando mi perturbadoramente simétrica cara en público, sigo rechazando ofertas para ser el portavoz o el personero de esto y de aquello, membresías a clubes, a movimientos, a partidos políticos, de esos que existen y lo han arruinado todo desde hace más de 150 años... sigo dando la misma pelea. Por primera vez en la vida puedo decir que estamos empates... si hubiera una sola persona, una, que se arriesgue como yo en este empeño, el sistema de patentación de la vida misma caería para mañana... pero eso es algo que simplemente va a pasar.
Lo que no saben los medios, lo que nadie cree a pesar de haberlo intuido, o peor aún, visto y sentido en sus carnes, es que con el desuso de las funciones genéticas patentadas he aprendido a estimular y controlar el uso otras, y con ello, he comenzado a despertar el control sobre mi ADN, y con él, facultades impensables.
Lo que no saben es que podría levitar frente a los ojos perplejos de todos los abogados que siguen mis movimientos usando los aparatos y los sistemas de vigilancia que se pagan con dinero de los contribuyentes... lo que no saben es que yo sé que me vigilan, y que mis capacidades psíquicas no han hecho más que crecer desde entonces. Tal vez el anticristo al que temen soy yo, justo por ser contrario al que han profetizado y planeado: Mi poder, mi fuerza, es mía. Lejos de quitármela, me han impelido a que la descubra, y está creciendo como una montaña en medio del mar.