Arcilla con conciencia


Conforme se adentraba en la cueva, el explorador David Mattos se sentía progresivamente incómodo. La cavidad era espaciosa, tan alta como un edificio de 50 pisos y tan ancha como un estadio de fútbol. Y profunda. Llevaba caminando un tiempo ya. Algunas horas. Llegó a una parte en la que insalvablemente había de bajar con cuerdas. con el dispositivo que tenía en su muñeca tomaba notas de voz y activaba y desactivaba la cámara que llevaba en su casco. Su plan era desactivarla todo el tiempo que no mereciese grabarse; coligió que este era el momento de realmente empezar a grabar.

Ató las cuerdas y se colocó el equipo. Se colocó en posición y bajó unos 20 metros hasta una explanada que se antojaba fangosa pero caminable. Se adentró unos 600 metros cuando comenzó a necesitar luz. Encendió la de su casco y el paisaje se le antojó de otro planeta: había una incontable cantidad de cilindros frente a él. La luz que llegaba desde afuera no era suficiente para describirlos, además de que por un efecto óptico inquietante provocaba una refracción que los ocultaba de la vista alumbrados solo por la luz externa.

Estos cilindros, muy parecidos a los del cuento de ese escritor de terror que alguna vez había leído, estaban enterrados por sobre la mitad de sus alturas en esa arcilla que parecía no haber perdido su viscosidad en el tiempo que sea desde el que estaba en ese espacio. La cantidad de cilindros se extendía por toda la cueva, y la arcilla se antojaba como si de alguna forma los aprisionara.

David Mattos continuó caminando hasta adentrarse entre las tres primeras filas de cilindros. Entonces notó algo en sus pisadas: si bien todo el piso se antojaba fangoso donde ponía el pie se volvía más duro que en el resto de la superficie. Para comprobar su teoría  se agachó a tocar el piso con la mano. En eso, el móvil que estaba mal acomodado en su chaqueta cayó al piso desconectándose de los audífonos. Por esas cosas de los artefactos el teléfono no hizo la función típica de parar de tocar el metal que estaba sonando y que le daba tranquilidad al explorador, dejándose oír en todo el espacio.

El teléfono no cayó a la arcilla. Esta se abrió dejando un espacio considerable alrededor del aparato, que aterrizó unos 50 centímetros  más abajo en el suelo del lugar que era de roca. El espacio se agrandaba con velocidad, como si le causara repulsión el sonido proviniente del artefacto, descubriendo parte de dos de los cilindros que quedaban más cerca. Davis Mattos tuvo el tiempo justo para notar que los cilindros además estaban enterrados otro tanto más en la roca cuando notó surgir de uno de los cilindros un par de tentáculos delgados y gigantescos, que buscaron tierra firme y desde ahí presionaron hacia abajo, elevando el cilindro por los aires cual si de algún tipo de extremidad se tratase.

Este cilindro tomó al otro cilindro que le quedaba cerca y descubierto de la arcilla y lo sacó con los otros tentáculos que le surgieron de otras partes de su ser. Todo esto pasó en segundos ante la mirada atónita de Mattos, que en cuanto pudo reaccionar acerca del error que había cometido tomó el celular, lo apagó y trató de abandonar a toda prisa el complejo hacia la cuerda que había dejado. Inútil fue su esfuerzo. Los cilindros lograron liberar a otros dos y entre estos trataban de liberar a los demás, pero quedó uno que con algún tipo de sentido se percató de la huida de David y lo alcanzó por el cuello con un tentáculo.

El explorador estaba sentenciado. El cilindro le había alcanzado, para su infortunio, a pocos pasos de la cuerda salvadora. Mientras intentaba que el tentáculo no le asfixie se le ocurrió una idea. Dio play, sabe dios cómo, a su celular y lo arrojó al piso, provocando el efecto antes visto. La arcilla se abrió al paso del celular que cayó justo debajo de sus pies; Davis Mattos cayó también y con toda su fuerza se hizo bola yrodó en el piso buscando contacto con la arcilla. En el proceso logró hacer que el teléfono deje de sonar.

La arcilla cubrió al doctor de inmediato, abalanzándose sobre el tentáculo y liberándolo  en una especie de forcejeo. Una vez que se cerró el espacio que dejó el celular la misma arcilla expulsó hacia su superficie al explorador, que cayó de espaldas. Sus ojos entonces vieron lo increíble: la arcilla subió vertiginosamente por el tentáculo hasta el cilindro cual si fuera otro tentáculo igual de poderoso, sometiendo al cilindro hasta tumbarlo al piso. Los otros cilindros que se habían levantado intentaron socorrer a este cilindro a pesar de la arcilla que en otros lados también les contenía, cayendo en la trampa: en cuanto lo tocaron esta empapó, si cabe, sus tentáculos y sus cuerpos, llevándoles al piso que era su territorio.

Los cilindros intentaban moverse, deshacerse de esa arcilla con sus tentáculos propgresivamente empantanados. La arcilla parecía ejercer además algún tipo de sensación desagradable, llámesele dolorosa, los tentáculos no tenían más opción que replegarse hasta hundirse en los huecos de los cilindros de donde salieron. la arcilla se encargó entonces de ponerlos uno por uno, de nuevo en su lugar, y de hundirles en el piso un poco más que a los demás. Davis Mattos lo estaba filmando todo por partida doble, con su teléfono y con la cámara de su casco, además de con sus ojos que no daban crédito a lo que veían.

El panorama se tranquilizó en instantes, volviendo al silencio sepulcral en el que había sido encontrado. David Mattos subió por las cuerdas para hacer unas tomas finales del lugar que en su catálogo quedó marcado como uno que sepultar bajo todas las toneladas de concreto posibles, so pena de que esos cilindros de pesadilla algún día encuentren la manera de abandonar la arcilla que es su carcelera y vuelvan para destruir todo sobre la faz de la tierra.

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