Giroscopio manual



Era una maestra del trompo. Era la niña que mejor lo hacía bailar, la única de la escuela que podía enroscarlo y darle más cuerda con la piola en el aire; la campeona en las guerras de trompos, esas en las que si pierdes paga tu trompo: o es partido en pedazos o es el trofeo. Ella no podía coleccionarlos porque los rompía de la fuerza conque arrojaba el suyo contra los de sus "víctimas", de modo que ella era juez en las batallas de trompos.

Era la niña alfa de los trompos. Respetada por toda la escuela, alumnos y profesores. Y una empedernida practicante del juego. Una vez logró escribir su nombre, Olivia. Envió la foto a todos sus amiguitos y al siguiente día estaban filmando la hazaña. el video, derechito a Instagram, dio la vuelta al mundo un par de veces.

Así fue que la encontré. O bueno, que la localicé. Viajé hasta su país para encontrarla. Pero no sabía cómo acercármele. Digo, ya conocía de sobra las mañas ridículas de la sociedad entera, de modo que no podía acercarme así no más. Pero, tenía poco tiempo. Semanas, quizás. Así, mi plan comenzó por seguirle en Instagram. Lo siguiente era filmar un video imposible. Flimé unos segundos de un truco. Lo puse a circular. Recibí visitas y muestras de agrado y asombro por cientos. Puse especial cuidado en que sea localizable. Olivia tenía que enterarse de que yo estaba ahí.

Conseguí además, es maravilloso para bien o para mal lo que los medios consideran noticia, unos minutos en tv de señal abierta. Tenía que bastar. Además corría un gran riesgo de ser descubierto, de modo que no podía arriesgarme a más. El resto sería esperar.

Olivia picó. Me escribió un mensaje. Me dijo que habría una especie de competencia de trompos organizada por ella y sus amiguitos de la escuela, junto con sus padres y gente del barrio. Ella, que ya no competía, ese día lo haría con su trompo estrella. Yo llevaba el mío a donde fuere.

Llegado el día me presenté. Los niños que iban a competir, junto con muchos no tan niños y otros ya adultos, estaban listos. Yo competía para cumplir con mi asistencia; aún así quedé en buena posición cuando me dejé eliminar. Olivia avanzó a la final. Se enfrentaba con un gordo a duelo. Se decidiría en tanda de golpes hasta que el primer trompo que se rompa determine el ganador. Olivia volvió a ganar. La felicité y me las amañé para prometer enseñarle el truco que vio en la red social y no mostré en la competencia.

Medio día del día siguiente. La gente, distraída como es, no iba a poner atención, además de que percibía mucha seguridad, en una reunión entre un adulto y una niña a plena luz del día, de tal suerte que la ignorarían. Olivia apareció e implacablemente curiosa me preguntó por el truco antes que por cualquier otra cosa. Tomé mi trompo, lo envolví y lo lancé. El trompo comenzó a girar contra el piso y saltar pegándose contra él sin perder momento ni salir rodando, hasta finalmente estabilizarse sobre su punta.

Olivia estaba fascinada. No tardó nada en pedirme que le enseñe. No tardó nada en aprenderlo. Tengo uno más difícil, le dije. Envolví mi trompo y lo solté; lo hice saltar, lo envolví en el aire y lo solté, unas dos veces más, hasta que la última vez tras soltarlo el trompo cayó casi flotando.

Olivia no podía ver lo que creía. No tardó en sacar el truco; la base ya lo conocía, solamente no se le había ocurrido darle vuelta tantas veces. Me preguntó si tenía más. Entonces, sin perder el tiempo, le dije por qué la había buscado.

"Necesito tu ayuda", le dije. "Mira, yo no soy de aquí, yo soy del pasado. De hace por lo menos unos 60 años atrás. Por un accidente es que vine a parar acá, pero ya sé cómo regresar, y para eso necesito tu ayuda." Olivia se quedó perpleja. No le di mucho chance a pensar y le expliqué lo que necesitaba de ella. "Con este truco se puede viajar en el tiempo: consiste en lanzar dos trompos uno contra otro de modo que sus puntas choquen o pasen uno muy, muy cerca del otro, sin romperse. Si lo logramos podré volver a mi época, y necesito volver. ¿Me ayudas?"

La perplejidad de Olivia desapareció en la bruma del entusiasmo de practicar un truco único. Si salía bien volvería a mi época ese mismo instante. Nos preparamos como para un duelo. Envolvimos nuestros trompos. Le expliqué que había que procurar alcanzar la máxima velocidad de los trompos en la menor cantidad de cuerdas que se le diere, y lanzárnoslos prácticamente el uno hacia el otro. Colegimos en cinco vueltas. No sabía si lo lograría.

A a cuenta de tres soltamos los trompos para darles cuerda una, dos, tres, cuatro, ¡cinco! Los trompos salieron disparados a la quinta cuerda a encontrarse entre sí y pasando cerca el uno del otro comenzaron a girar alrededor del eje invisible de la circunferencia entre ellos, atraídos cada cual por la inercia del otro e impulsados por la gravedad del otro y del momentum propio.

Olivia no podía creer lo que estaba viendo: dos trompos flotar en el aire. Menos aún la circunferencia de sus trayectorias crecer al punto en que era posible para un adulto pasar a través de ella. El momentum no iba a durar para siempre así que me acerqué, topé el un trompo impulsándolo de modo que dé vueltas y a la sexta vuelta me metí en él y me despedí de Olivia gritando "¡Te lo explicaré todo!"

Desde entonces, desde que pude volver, escribo todo lo que conozco sobre trompos para enviárselo a ella. Y sé que me recibe gracias a que usa una de las técnicas que describo en mis manuscritos para enviarme mensajes desde 60 años en el futuro.

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