Paro


El día que teníamos al frente no prometía nada bueno pero se resolvió rápido. En cuanto llegamos al colegio nos notificaron que no podrían dar clases debido a que estábamos atravesando una etapa de la enfermedad, la primera, si se quiere: ni los profesores podían llegar, muchos tomaban bus o venían por las vías que habían sido cerradas por sus conductores. De todas maneras era lo de menos. Para mí era un día sin clases entre semana. Yo veré cómo regreso, le dije a mi padre. Regresé a la brevedad posible, y el resto del día, a vagabundear. Mientras, el contexto era por fin deshacerse del primer enfermo mental, así catalogado, que gobernaría este país. Y cuya enfermedad presenta un síntoma altamente irritante: la total falta de vergüenza.

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