la zona fantasma
- Mamiii! que le pongas en las noticias!
- Pero para qué, hijita, las noticias son muy tristes. ¿No quieres ver mejor NNK?
- No, ya no quiero, quiero ver otra cosa - la insistencia de mi hermanita mayor era imposible de contener, y al parecer, desde la zona fantasma no estaban dispuestos a tolerar ese tipo de resistencia y sí a aplastarla terminantemente.
- Ven, hijita, te voy a decir una cosa...
Esa fue la última vez que vi a mi hermana, y la penúltima que vi a mis papás. Sabíamos que en Japón ya no había nadie. Todos murieron hace 15 años tras la última explosión. Pero la tele no murió. En menos de un año retomó el brío de esas transmisiones de todas esas series, novelas y comerciales que nos gustaban, y se tomó por asalto casi todas las señales de transmisión de televisión de todo el mundo. La gente mayor, desde ese entonces, tenía los ojos llenos de terror y vaciós de luz excepto por la que reflejaba la pantalla, y en sus caras, una mueca de sonrisa que pretendía disimularlo permanentemente pero no se daba abasto. A mis escasos años no entendía qué era lo que estaba pasando. Mi hermanita murió golpeada salvaje e inconcientemente a manos de esa extensión de la zona fantasma que era mi mamá, y que regresó a la habitación con los ojos igual de vacíos y con la misma sonrisa.
- Pero para qué, hijita, las noticias son muy tristes. ¿No quieres ver mejor NNK?
- No, ya no quiero, quiero ver otra cosa - la insistencia de mi hermanita mayor era imposible de contener, y al parecer, desde la zona fantasma no estaban dispuestos a tolerar ese tipo de resistencia y sí a aplastarla terminantemente.
- Ven, hijita, te voy a decir una cosa...
Esa fue la última vez que vi a mi hermana, y la penúltima que vi a mis papás. Sabíamos que en Japón ya no había nadie. Todos murieron hace 15 años tras la última explosión. Pero la tele no murió. En menos de un año retomó el brío de esas transmisiones de todas esas series, novelas y comerciales que nos gustaban, y se tomó por asalto casi todas las señales de transmisión de televisión de todo el mundo. La gente mayor, desde ese entonces, tenía los ojos llenos de terror y vaciós de luz excepto por la que reflejaba la pantalla, y en sus caras, una mueca de sonrisa que pretendía disimularlo permanentemente pero no se daba abasto. A mis escasos años no entendía qué era lo que estaba pasando. Mi hermanita murió golpeada salvaje e inconcientemente a manos de esa extensión de la zona fantasma que era mi mamá, y que regresó a la habitación con los ojos igual de vacíos y con la misma sonrisa.