Hijo de las estrellas

-Siempre que veo al cielo siento la necesidad de volver.

-¿Y eso fue lo que hizo que casi se lanzara del edificio esa noche?

-¿Qué tiene de malo? Iba a volar, no había peligro.

-Volar… todos sabemos que no es posible tal cosa, señor: los humanos no vuelan. Ese es sólo un invento de su mente enferma, ese y su obsesión por irse a “donde pertenece”.

-A donde pertenezco… usted me conoce desde pequeño, doctora. Usted sabe que no soy de aquí.

-Pero ya habíamos resuelto ese punto… ¿por qué insiste?

-Porque ahora ya no me puede engañar.

-¿Sabe que desde afuera le están observando? Su padre, su madre-

-Murieron.

-Bueno, sus padres adoptivos-

-Criadores… tutores, cuando más. Científicos por sobre todo. Igual que sus colegas, saben que no estoy atado, pero no dudarán en aplastar los botones adecuados si “la situación sale de control”.

-Volveré a preguntarle entonces: ¿ha intentado demostrar que puede volar?

-Y lo he logrado, pero ni ellos ni casi nadie ha creído lo que ha visto.

-“Casi”… ¿por qué “casi”? ¿Hay alguien que sí le ha visto volar, que sí le crea?

-No, “casi” porque no puedo probárselo a todo el mundo, no me alcanza el tiempo…

-Mire, estamos llegando a un punto de no retorno: usted insiste en que puede volar y que no es de acá, y lo que ha hecho enajenado por ese delirio no tiene nombre… ¿sabe que está sentenciado a morir, hoy?

-Si me quedo aquí, sí.

-¿Y piensa que puede escapar? Usted está completamente loco…

-No necesito escapar, cuando termine mi tiempo me iré.

-¡Sabe qué, ya no lo soporto más! ¡No hay cómo razonar con usted! Ni se arrepiente de sus actos, ni acepta la realidad ni está dispuesto a cejar en su ridícula creencia… yo no puedo ayudarlo más. Será ejecutado en diez minutos. ¡Que Dios lo perdone!

-Que la fe vuelva a usted y a su pueblo.

La psiquiatra se quedó con esas últimas palabras, como cuando a uno se le queda la huella de la luz en los ojos después de una foto con flash.

El verdugo estaba listo, el reo debidamente sentado en su silla sin oponer resistencia y con su corona debidamente puesta, el jurado presto a leer la sentencia y el edecán, ¡si realmente pudieran ver su forma!, no podía estar más contento que un niño a punto de freír una hormiga bajo una lupa.

-Al acusado número [ ] se lo ha encontrado culpable de sedición y ha sido sentenciado a morir electrocutado. El jurado ha decidido que dada la naturaleza de las pruebas en su contra, este es el último momento que el reo dispone para hacer una confesión que salve su vida y rectificar. ¿Se retracta?

El acusado, investido en porte y majestad, responde incólume:

-Edecán, saborea tu hora. Jurado, ustedes ya han decidido. Verdugo, haz tu parte.

-¡Cuánta arrogancia! ¡No demoren más, ejecútenlo ya!

La palanca fue accionada y bajo el azote de un poderoso rayo la silla eléctrica fue partida en dos. El cuerpo del reo no estaba en su lugar ni en ninguna otra parte. Hubo un eterno minuto de silencio donde habló lo inexplicable. La cámara no mentía.

-Efectivamente, menos de un segundo antes de que la silla fuera electrocutada, el cuerpo del reo ya no estaba ahí, pero eso no es lo más impresionante- explicaba el técnico-. ¡Lo más impresionante está encima de él!

El técnico muestra al grupo compuesto por el jurado, el verdugo, el gobernador, la psiquiatra y el edecán que había leído la sentencia, y que estaba visiblemente molesto.

-¡Sí, maldita sea, en el techo y en todos los pisos superiores hay agujeros que dan hasta el cielo, y ahora ya no están!-, la psiquiatra no salía de su asombro y en medio del estupor general, pocos recuerdan la voz del edecán, completamente fuera de sí y con un tono desconocido maldiciendo “se me volvió a escapar”, mientras se esfumaba proyectando una sombra con dos largos cuernos.

Comentarios

Chopán ha dicho que…
volar a donde en realidad se pertence!!! muy bacán cuento!
Joy ha dicho que…
y esto?? eres tú o es mi idea????

saluditos!!!
ju ha dicho que…
sii voola
LaÜ ha dicho que…
y luego dicen que no se puede volar sin drogas..


buen cuento.

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