El tren de los mementos

-Yo no quiero matarte- me repetía la despreciable mientras continuaba apuñalándome-, sólo quiero sacarme una duda.

Nunca supe por qué dudaba. No era ningún secreto que todos mis antecesores varones han conservado un parecido demasiado preciso por generaciones. Pero ella insistió en continuar apuñalándome, hasta que dio por sentado que estaba muerto.

-Listo, ¡muévanse que tenemos que asegurarnos que no va a volver!

Me metieron en un cofre más o menos ancho; después del correspondiente velorio procedieron a enterrarme.

-¡Y quiero una loza de medio metro de espesor!

Ella no se iba a arriesgar a que yo volviera, no por mi cuantiosa fortuna, ni por mis posesiones, ni nada. A decir de mi amada esposa, yo ya no debía existir. Después de un plácido sueño sepulcral, me di cuenta que estaba debidamente encadenado y a oscuras.

-Oye… oye, sí, tú, el que está ahí encadenado- escuché una voz-. No es que quiera alarmarte, pero la procesión está lista, mejor te apuras.

El río de gente era interminable pero según pude ver, nadie tenía prisa. Desde donde estaba, yo no era el último ni el primero, se podía ver un gran peñasco a lo lejos. Los que caían, caían por su propio peso; unos pocos subían, por su propio peso también. Después de ya no sé contar cuánto tiempo –ni siquiera podía medirlo por el hambre- estaba a unos pasos del barranco aquél. Vi a un costado lo que parecía una estación de tren. Me dije “si ya llegué a la eternidad, me dedicaré a explorarla ¿no?”; me subí a la estación, esperé al tren y me subí. Al primer sonido del silbato el tren comenzó a andar, y al alcanzar velocidad, yo estaba en una calle, en medio de una campiña.

Tenía la vaga sensación de haber estado en algún lugar… dejé que mi mente hilara mis recuerdos y que mis pies fueran uno delante del otro, hasta que llegué a una casa que reconocía como familiar. Timbré. Me atendió una mujer a la cual reconocía como familiar, y cuyo rostro se desfiguró en una mueca extraña. Me preguntó en voz incomprensiblemente alta para mí muchas cosas que no acababa de entender. Lo que sí me quedó claro es que no debía estar ahí por alguna razón:

-No sé… creo que me extravié otra vez.

Comentarios

Gabriela Bowen ha dicho que…
jajaja una brújula no haría daño, devolviendo la visita en cuanto a lo de umbra et imago aun no me han dicho nada, pero en cuanto sepa algo en mi blog habrá algún post al respecto.
Bks
DragonSlayerTati ha dicho que…
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