La vendedora de anécdotas
Este es un cuento con el que me hice acreedor a una parrillada, y no quiero que quede en el olvido porque me gustó full
Se dice que se te aparece cuando estás trono o muy pluto o similar, pero a un nerd como yo, suerte, no sé, tal vez, quién sabe.
Con toda la gente queriendo ver el concierto y matándose por cruzarse las mal puestas vallas que dividían el Agora, los vendedores no faltaron: "¡Caramelos, chicles, chupeters, trragoooo!", gritaban mientras paseaban y los panas les compraban. Pero nadie le oyó a la que gritaba "¡Caramelos, chicles, chupetes, trrragooo, anécdotaaaaas!" ... ¿Anécdotas? ¿Quién iba a querer comprar una anécdota? ¡Yo! ¡Por supuesto! "Verá, tengo unas baratitas como para un ratito, unas como para una semana y unitas de larga duración, pero son más caras, ¿Cuál va a querer?" "Una fresca no más", le dije, y me dio un boleto. En cuanto lo tuve en la mano uno de los guardias llamó: "todos los que tengan el boleto entren por acá", y todos corrieron hacia la puerta que indicaba, desapareciendo de inmediato. Yo con las justas alcancé a indicar mi boleto y el guardia me hizo pasar. Ni bien puse un pie adentro desde atrás me asaltó una silla en la que me senté por el empujón, y al frente mío aparecieron unos controles y un tablero, detrás del cual estaba un domo de vidrio; por este domo se podía ver un mar de luces nocturnas al norte, una especie de construcción de cristal al este, y al oeste, ¡los declives del Pichincha!
Las alertas en el tablero y en el domo se encendieron: "enemigo a las 12". Por suerte el tablero estaba en español, así que accioné casi por instinto el botón preciso y vi un gran destello de luz disparándose hacia una gigantesca silueta blanca que venía hacia mí, que en cuanto sintió el destello se desintegró. El resto de siluetas que venían tras ella se detuvo en seco y se regresó por las mismas. Entonces una voz en off me dijo "Estas son las cosas contra las que pelea todas las noches. Siempre esperamos que alguien escoja la anécdota correcta porque sólo puede escogerse una vez. El día que nadie escoja la anécdota correcta, la virgen no se defenderá y pereceremos todos. Que tenga un buen día." Y así como la silla apareció se fue, jalándome hacia atrás y sacándome por otra puerta, hacia afuera del Agora. El concierto había terminado.