Preocupaciones


"La belleza de ser un artista marcial incluye todas las formas enque te puedo matar, todas las motivaciones que podría tener para hacerlo y todas las razones que anulan las anteriores",
decía mi maestro mientras zurraba a golpes a un alumno. Cuando vi que el fornido pero ya maltrecho discípulo no vacilaba en levantarse para intentar golpear con una furia creciente, perdí el interés por su salud. La última embestida fue contundentemente reprimida. El muchacho cayó al suelo. Mi maestro tomó su propia arma, me la dio y me dijo "acaba con él". Sus palabras fueron terminantes, y las últimas. El discípulo caído vio a nuestro maestro dividido en dos por una espada inesperada y huyó a toda prisa temiendo que su vida fuera terminada por las manos que habían tomado la de su maestro, las mías. Me contaba esta escena al tiempo que me ofrecía una negociación de paz, cosa que no había ofrecido al resto de pueblos conquistados cruelmente por él. "Sé que no accederás, pero te ofrezco este como un chance de que permitas que pase lo inevitable. Los tiempos corren y la era está de mi lado. Conquistaré este país. Tu resistencia es inútil, pero mi respeto hacia ti es grande. No quiero tomar tu pueblo sin haberte ofrecido la oportunidAK..." El otrora temeroso por su vida y ahora conquistador cayó último, dividido en dos por la espada que dividiera a nuestro maestro similarmente tanto tiempo atrás, y después de sus soldados dentro del templo y de sus soldados de afuera, atravesadas las gargantas de estos por agujas que se les clavaron por sus espaldas, impulsadas por nada más que el equilibrio, que buscó restablecerse hasta el final. 

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