El desequilibrista
Sobre el basurero estaba el lápiz perfectamente parado sobre su punta. y al lado, un clip abierto. El hombre, un vagabundo, se había separado del lugar ya unos 10 pasos y continuó caminando, cruzó la calle y se sentó en una banca, diagonal al basurero, y mirando directamente al basurero, se dispuso a esperar.
Era la hora pico, gente, carros, pasaban por la avenida. En la misma cuadra, un edificio en construcción. Algo llamó mi atención hacia la banca donde estaba ese hombre. Parecía el ojo calmo de una tormenta, y él lo habitaba a sabiendas. Mi madre notó que me había quedado impávida viéndolo. Al parecer yo había llamado la atención del vagabundo también. Sentí el tironeo del brazo y el reclamo pertinente "ay, hijita, qué te distrajo esta vez? ya vámonos, vamos a llegar tarde", y entonces el hombre desvió mi atención de sí mismo al basurero. Regresé a ver de golpe y vi el lápiz. Fui por él corriendo con mi mamá tras mío, "qué haces, hijita? Vamos para el otro lado...", tomé el lápiz y corrí un par de metros más, lejos del basurero. Cuando mi madre por fin me alcanzó tuvo un instante para preguntar, y yo para responderle "el lápiz". Alguien gritó "Cuidado!!!". Un grupo de vigas cayó sobre la acera, aplastando todo desde la esquina hasta el basurero. El accidente no dejó víctimas más allá de la perplejidad de los viandantes, que detuvieron por fin sus actividades aunque fuera un momento. Mi madre se pegó el susto de la vida. Yo, no tanto. En cuanto cayeron las vigas yo volví mi atención hacia el vagabundo, que permaneció sentado unos instantes más, me concedió una mirada más y se fue, con el mismo paso invisible y apresurado conque se alejó del basurero, dejando sobre el mismo el lápiz y el clip.
Mi madre me dice que recuerda vagamente haber visto un basurero y algo encima. Dice que me debe la vida. Yo me quedé con el lápiz y el clip, y me prometí contarle todo lo que había visto ese día cuando yo, y ella, fuéramos grandes. Escribí mucho desde entonces, y me aficioné a subrayar o remarcar números o palabras con el lápiz que me encontró - y yo no a él. Estas anotaciones correspondían a todos los días que había visto algo raro, haciendo hincapié en los momentos enque había visto vagabundos. Tenía este pálpito de que el día menos pensado le volvería a ver al vagabundo que prácticamente me salvó la vida a mí y a mi madre. Ella por su parte quiso impulsar mi afición por escribir, con notable éxito. El lápiz ya es muy pequeño ahora, y el clip está algo desgastado. Pensé que sería una lástima que se acabara antes de que le volviera a ver. Mientras pensaba esto se me ocurrió una idea.
Pensé que si quería llamar su atención tendría que hacer algo similar.Me dirigí hacia la entrada del centro comercial, tomé el clip, lo enderecé completamente y lo coloqué de punta sobre uno de los postes de la baranda de uno de los graderíos de la entrada - no creí que lograría colocarlo así - y me alejé con cierta prisa hasta llegar a una banca desde donde podía ver el pedacito de metal verticalmente ubicado sobre el poste de la baranda. Lo que no había notado es que un niño me había visto. Tendría unos 6 años de edad, si acaso. Se acercó hacia mí a descuido de los adultos conque estaba; en cuanto ellos lo notaron vinieron por él "oye no te alejes que te puedes perder". El niño, en su léxico aún por pulir, contestó "pero quería conocer a la desequilibrista". Mientras esto, habían un par de muchachos que pasaron al lado de la baranda. Uno de ellos tumbó el clip, que fue a caer en la canaleta de la puerta automática. Esta se trabó quedando casi cerrada e impidió que dos hombres vestidos de trajes caros y con dos maletines cada uno salgan con la prisa que venían. Me decepcioné un poco de que no pasara algo tan espectacular como cuando fui niña y en cuanto me disponía a irme reconocí del otro lado de la acera al vagabundo, que observaba la escena desde el ojo del huracán enque parece que habitara como lo recuerdo de esa vez cuando yo era niña. Tomé mis cosas y salí en su persecución... o eso dejé de pensar en cuanto noté que no huía de mí.
Llegué al lugar donde él estaba. Al parecer se me habían caído en mi camino hacia él todas las preguntas que tuve toda la vida, ya que cuando por fin le tuve al frente mío simplemente quedé muda; él me miró a los ojos y dirigió su mirada, y con ella la mía, hacia la escena que hace un par de minutos había abandonado. Vi un disparo que venía desde fuera del centro comercial e iba dirigido hacia los hombres de traje previo a rebotar en el mármol, procedente de la pistola de un guardia que había tropezado torpemente con una de las columnas de la entrada. La bala rebotó en el vidrio, y luego en otra columna, alojándose finalmente en la llanta de un auto que chocando con la baranda donde estuvo el clip, se desvió de embestir a la familia del niño que había yo visto momentos atrás. Para sorpresa mía, el vagabundo seguía a mi lado. Le interpelé con mi mirada exigiéndole una explicación. Me dijo, mirando aún a la escena, "aun no acaba". Volví mi vista a la escena, y vi que la puerta entonces se abrió y los hombres salieron corriendo hacia el auto chocado. Habían olvidado sus maletines, que cayeron al piso y se abrieron, desparramando al viento su contenido. Los hombres sacaron al que estaba atrapado en el auto y un tanto maltrecho y trataron de escapar en medio del caos que se formó en cuanto la gente vio que había dinero flotando en el aire, frustrándose su intento gracias al pequeñito que fue corriendo a rescatar a su amigo el clip tras ser éste liberado de la canaleta de la puerta automática y volar hacia las gradas, y sus padres que le perseguían una vez más, que chocaron unos con otros y cayeron al piso. Al tumulto asistió la policía, despejó el área y retuvo a los tres caballeros de trajes caros, al no poder estos explicar su prisa por escapar de la escena, el auto chocado ni los cuatro maletines llenos de billetes.
El vagabundo me miró de nuevo y me dijo "bienvenida. Recuerda todo lo que viste para que aprendas a establecer las pistas y esperar por quienes las sigan. Nos volveremos a ver." El postuló, yo con él, que no se necesitaba decir más y se fue por su lado, y yo dejé que se fuera. Me invadió un raro recelo de ser "descubierta" y dejé la escena en cuanto pude, procurando desde entonces situarme en "lugares neutrales". Ese día llegué a mi casa y les conté a mis padres lo que había pasado. Ellos se quedaron perplejos, pero me dijeron que sería una buena idea que escriba cosas como esta, ya de una manera más oficial, o sea, como para vivir de ellas. "Y qué hago si me faltan historias?", me pregunté en voz alta, a lo cual mi papá me respondió "tienes dos opciones, imaginártelas o viajar para coleccionarlas". Debo admitir que a ojos de otros pareciera que mis padres pareciera que ni me extrañan, pero a ellos les encanta leerme, comentar sobre mis relatos y hacerme publicidad "boca a boca". Ahora estoy en el aeropueto, a minutos de salir hacia Chile, donde me esperan unos amigos míos, una editora y un par de pistas nuevas que dejar.