La mala hora
Hoy, mientras trabajaba mi trabajo feliz, la computadora me contaba una triste historia. Un clásico de corte "Romeo y Julieta", donde Julieta es la vida y Romeo, los que la vivimos.
Entremos en detalle:
La adolescencia no acaba a los 18. Algunos suertudos seguimos pareciendo de por lo menos unos 3 años menos de los que tenemos (¿les cuento mi secreto?). El caso es que salido uno del colegio, es peor muchas veces que abandonado en el bosque, no tienes ni _uta udea. Sea que estés por tener o ya tengas hijos (porque para excitar sí son número uno los octavos de comunicación) , "primero muerto antes que no bachiller". Por lo tanto, hasta tus 18, si eres de aquellos, o hasta más chancito, debes tener tu cartón de graduado de algún colegio de la república de San Rafael Correa.
...¿¿¿Y luego??? ¡¡¡Obvio, la universidá!!! Hecho: la mitad de ecuatorian pipol (lo del nivel de inglés tampoco es coincidencia) no ha llegado más allá del bachillerato, por exagerar a favor de nosotros. De la otra mitad, la mitad va una universidá, instituto superior, universidá-casa-montada-en-un-garaje apadrinada por algún ya-tu-sá del Conesup o similar. Salen graduados con el título de tercer nivel (estoy bien?) correspondiente... derechito al desempleo o al subempleo, que no es tan malo como usté cree.
...Sí, matemáticamente (la señorita María, Martha en mi caso, no podía estar equivocada, sino, hay tabla) nos queda una mitad. Y a quién le importa, ¡flor de filáticos! El punto es que del conglomerado que sale de los colegios, muy pocos saben qué van a hacer en el futuro inmediato. Muchos ni siquiera teníamos nuestra personalidad completamente formada en ese momento crucial (que es igual para todos porque la educación nos quiere a todos IGUALES). Corolario: no soy el primero, ni seré el último, mientras esto dure, al que SUS TAITAS le dieron escogiendo el futuro. (Mi caso es tanto más peculiar; si preguntan, cuento, sino, no.)
De esto que las carreras universitarias sean un constante retorcijón de estómago para la gran mayoría de universitarios (hace un ratito escribí TODOS; hay algunas excepciones "que prueban que el sistema educativo funciona"), que nos demoremos tanto en sacar un tercer cartón, y que en última DEJEMOS BOTANDO ESA PENDEJADA-- desertemos.
Acabemos de de atar cabos volviendo a la familia: no habrá reparo en que algunos, o todos a la vez, o uno tras otro cual borregos, en tono mayor o menormente beligerante, TE ESTIGME COMO UN FRACASADO si ve que no tienes tu titulo y trabajas y eres exitoso a tus veinteipocos, "como el hijito del/la nisequién, que es nisecomo en la empresa de nisedonde y que gana haaarrrto y tiene un carrazo y una casoota...".
Yo por mi parte, sé lo que es ser menospreciado por mis consanguíneos, por lo expuesto anteriormente. A despecho mío, tengo muchos amigos entrañables que comparten esa característica conmigo (Joé, que ni siquiera soy el único en eso...). Lo que me preocupa es que ese menosprecio implantado pueda volvernos dóciles, desanimados, que sea el caballo de troya dentro del cual vienen la desesperanza y la frustración. Las reglas hechas por la sociedad de nuestros antepasados inmediatos es moneda dura... aún, y PARA ELLOS. Nosotros nunca fuimos futuro, somos presente. Uno puede latigarse con esa frustración y menospreciarse, sumándose así al grupito ese, o asumir las consecuencias de sus decisiones y seguir adelante. Si tiene la sospecha de que hay algo mal con el mundo como lo conocemos, ¡mejor!, habrá dado con el meollo del asunto respecto a la mitad de sus problemas.
Como no quiero ahondar en coelhismos que le quiten valor absoluto a mi blog, paro acá. No todo está perdido, Doña Clara. Esta sólo es una mala hora.
P. D.: No hay nadie más peligroso que quien no tiene nada que perder.
Entremos en detalle:
La adolescencia no acaba a los 18. Algunos suertudos seguimos pareciendo de por lo menos unos 3 años menos de los que tenemos (¿les cuento mi secreto?). El caso es que salido uno del colegio, es peor muchas veces que abandonado en el bosque, no tienes ni _uta udea. Sea que estés por tener o ya tengas hijos (porque para excitar sí son número uno los octavos de comunicación) , "primero muerto antes que no bachiller". Por lo tanto, hasta tus 18, si eres de aquellos, o hasta más chancito, debes tener tu cartón de graduado de algún colegio de la república de San Rafael Correa.
...¿¿¿Y luego??? ¡¡¡Obvio, la universidá!!! Hecho: la mitad de ecuatorian pipol (lo del nivel de inglés tampoco es coincidencia) no ha llegado más allá del bachillerato, por exagerar a favor de nosotros. De la otra mitad, la mitad va una universidá, instituto superior, universidá-casa-montada-en-un-garaje apadrinada por algún ya-tu-sá del Conesup o similar. Salen graduados con el título de tercer nivel (estoy bien?) correspondiente... derechito al desempleo o al subempleo, que no es tan malo como usté cree.
...Sí, matemáticamente (la señorita María, Martha en mi caso, no podía estar equivocada, sino, hay tabla) nos queda una mitad. Y a quién le importa, ¡flor de filáticos! El punto es que del conglomerado que sale de los colegios, muy pocos saben qué van a hacer en el futuro inmediato. Muchos ni siquiera teníamos nuestra personalidad completamente formada en ese momento crucial (que es igual para todos porque la educación nos quiere a todos IGUALES). Corolario: no soy el primero, ni seré el último, mientras esto dure, al que SUS TAITAS le dieron escogiendo el futuro. (Mi caso es tanto más peculiar; si preguntan, cuento, sino, no.)
De esto que las carreras universitarias sean un constante retorcijón de estómago para la gran mayoría de universitarios (hace un ratito escribí TODOS; hay algunas excepciones "que prueban que el sistema educativo funciona"), que nos demoremos tanto en sacar un tercer cartón, y que en última DEJEMOS BOTANDO ESA PENDEJADA-- desertemos.
Acabemos de de atar cabos volviendo a la familia: no habrá reparo en que algunos, o todos a la vez, o uno tras otro cual borregos, en tono mayor o menormente beligerante, TE ESTIGME COMO UN FRACASADO si ve que no tienes tu titulo y trabajas y eres exitoso a tus veinteipocos, "como el hijito del/la nisequién, que es nisecomo en la empresa de nisedonde y que gana haaarrrto y tiene un carrazo y una casoota...".
Yo por mi parte, sé lo que es ser menospreciado por mis consanguíneos, por lo expuesto anteriormente. A despecho mío, tengo muchos amigos entrañables que comparten esa característica conmigo (Joé, que ni siquiera soy el único en eso...). Lo que me preocupa es que ese menosprecio implantado pueda volvernos dóciles, desanimados, que sea el caballo de troya dentro del cual vienen la desesperanza y la frustración. Las reglas hechas por la sociedad de nuestros antepasados inmediatos es moneda dura... aún, y PARA ELLOS. Nosotros nunca fuimos futuro, somos presente. Uno puede latigarse con esa frustración y menospreciarse, sumándose así al grupito ese, o asumir las consecuencias de sus decisiones y seguir adelante. Si tiene la sospecha de que hay algo mal con el mundo como lo conocemos, ¡mejor!, habrá dado con el meollo del asunto respecto a la mitad de sus problemas.
Como no quiero ahondar en coelhismos que le quiten valor absoluto a mi blog, paro acá. No todo está perdido, Doña Clara. Esta sólo es una mala hora.
P. D.: No hay nadie más peligroso que quien no tiene nada que perder.
Comentarios
Y eso es lo que nos hara legendarios
la segunda regla de nustra generación es: QUÉ CHCH, POSTEA SI TE DA LA GANA :D