La avalancha
Llegué al final del bosque eludiendo los árboles que bailaban, a sus habitantes, más preocupados por sobrevivir que por comerse mis carnes, a las piedras que saltaban a mí como buscando un abrazo protector, y dando saltos en falso como si más bien la tierra quisiera eludirme. Llegué a enfrentar eso a lo que el bosque mismo le huía, yo, con mi insensatez humana. Ahí estaba, un palo en la mano y por armadura mi vestimenta, y al frente, yo mismo, erupcionando, botando fuego, cenizas y piedras mientras me derramaba arrasándolo todo a mi paso.