Alucinancias
-Sí, duele muchisimo moverse en una materia de tan poca velocidad.
-¿Pero por qué?- decía mientras sollozaba.
-Porque se han olvidado que existe otra manera, porque aún viendo, piensan que es imposible de otra manera.
La respuesta no le calmó los sollozos pero es todo lo que pude decirle. Dado el más o menos largo tiempo que llevo acá, a diferencia suya, ya tengo un poco de costumbre.
Seguíamos caminando bajo el sol de una tarde casi caída, y mientras sollozaba, de soslayo, no dejaba de interpelarle al horizonte. Se miraba las manos, pisaba el suelo casi como si supiera que al siguiente paso su pie se hundiría, o más bien, traspasaría esa capa de piedra que sostenía nuestros pasos. Al principio, yo tampoco entendía por qué para ir de un punto A a un punto B hay que atravezar tanta materia, de modo que su frustración me resultaba comprensible, además de familiar.
-Si vas a hacerlo, evita ser visto. Es preferible que duden a que sepan- me miró con una cara de ira e incredulidad nada fácil-. Es mejor que duden para que acepten, a que vean para que nieguen.
No pude contenerle, pero por lo menos le insté a tener cautela. Acto seguido, estaba al final de la calle.
"¡Oh por dios, tiene un arma!", gritaban a su alrededor mientras corrían en círculos, cual ganado asediado por predadores o por cuatreros. No le preocupó nada más que acabar con quien había venido a acabar. Le apuntaba a quemarropa.
"No tiene ninguna arma", gritó un niño que veía la escena mientras su madre le jaloneaba para 'sacarlo del peligro'. Una niña le escuchó y regresó a ver, "¡es cierto, mami, no tiene ninguna arma!". Dos niños más regresaron a ver la escena. "¡Estás loca, hijita! Yo estoy viendo el..." aquel papá miró por sobre su hombro y desvió por completo su atención de si había o no había arma. Vio al objetivo y quedó más perplejo aún que los niños... a decir verdad, los niños se asombran, son los adultos los que se asustan. Sus ojos no daban crétido a la aberración que veían. Se paró, igual que su pequeñita, a presenciar la escena, pestaneando cuan rápido podía.
Yo tuve que apresurarme a su manera para llegar hasta donde llegó, y no pude evitar que uno de los niños que veían todo me viera aparecer 'de la nada'. Llegué demasiado tarde para el objetivo; no pude evitar, ni era mi intención, su ejecución a cargo de la fulminante descarga eléctrica que salía de la mano derecha de mi acompañante. "¿Y tú también puedes eso?", me preguntaba una niña que también vio la escena y que se había acercado hasta donde yo estaba, tironeando de mi mano.
Los guardias que cuidaban los edificios aledaños llegaron de inmediato a detenerle. Se tardaron unos cinco minutos en moverle de su puesto entre más de cuatro, "¿por qué diablos pesa tantó?", era muy delgado para necesitarse más de cuatro personas para llevárselo.
La policía jamás encontró el arma homicida, y del blanco del asesinato no había ni siquiera rastro de que hubiera existido, así como tampoco de la empresa que manejaba. Le soltaron a los pocos días, y me le llevé.
-¿Pero por qué?- decía mientras sollozaba.
-Porque se han olvidado que existe otra manera, porque aún viendo, piensan que es imposible de otra manera.
La respuesta no le calmó los sollozos pero es todo lo que pude decirle. Dado el más o menos largo tiempo que llevo acá, a diferencia suya, ya tengo un poco de costumbre.
Seguíamos caminando bajo el sol de una tarde casi caída, y mientras sollozaba, de soslayo, no dejaba de interpelarle al horizonte. Se miraba las manos, pisaba el suelo casi como si supiera que al siguiente paso su pie se hundiría, o más bien, traspasaría esa capa de piedra que sostenía nuestros pasos. Al principio, yo tampoco entendía por qué para ir de un punto A a un punto B hay que atravezar tanta materia, de modo que su frustración me resultaba comprensible, además de familiar.
-Si vas a hacerlo, evita ser visto. Es preferible que duden a que sepan- me miró con una cara de ira e incredulidad nada fácil-. Es mejor que duden para que acepten, a que vean para que nieguen.
No pude contenerle, pero por lo menos le insté a tener cautela. Acto seguido, estaba al final de la calle.
"¡Oh por dios, tiene un arma!", gritaban a su alrededor mientras corrían en círculos, cual ganado asediado por predadores o por cuatreros. No le preocupó nada más que acabar con quien había venido a acabar. Le apuntaba a quemarropa.
"No tiene ninguna arma", gritó un niño que veía la escena mientras su madre le jaloneaba para 'sacarlo del peligro'. Una niña le escuchó y regresó a ver, "¡es cierto, mami, no tiene ninguna arma!". Dos niños más regresaron a ver la escena. "¡Estás loca, hijita! Yo estoy viendo el..." aquel papá miró por sobre su hombro y desvió por completo su atención de si había o no había arma. Vio al objetivo y quedó más perplejo aún que los niños... a decir verdad, los niños se asombran, son los adultos los que se asustan. Sus ojos no daban crétido a la aberración que veían. Se paró, igual que su pequeñita, a presenciar la escena, pestaneando cuan rápido podía.
Yo tuve que apresurarme a su manera para llegar hasta donde llegó, y no pude evitar que uno de los niños que veían todo me viera aparecer 'de la nada'. Llegué demasiado tarde para el objetivo; no pude evitar, ni era mi intención, su ejecución a cargo de la fulminante descarga eléctrica que salía de la mano derecha de mi acompañante. "¿Y tú también puedes eso?", me preguntaba una niña que también vio la escena y que se había acercado hasta donde yo estaba, tironeando de mi mano.
Los guardias que cuidaban los edificios aledaños llegaron de inmediato a detenerle. Se tardaron unos cinco minutos en moverle de su puesto entre más de cuatro, "¿por qué diablos pesa tantó?", era muy delgado para necesitarse más de cuatro personas para llevárselo.
La policía jamás encontró el arma homicida, y del blanco del asesinato no había ni siquiera rastro de que hubiera existido, así como tampoco de la empresa que manejaba. Le soltaron a los pocos días, y me le llevé.
Comentarios
me gustó, sobre todo el final.